El liderazgo de los Basilianos inspira la renovación de la comunidad

El compromiso de los Basilianos con la restauración de capillas en una zona de bajos ingresos de Ciudad de México inspiró a la comunidad local a sumarse a los esfuerzos de reconstrucción. Ciudad de México es el mayor centro urbano de Norteamérica y la mayoría de la población se identifica como católica. La Iglesia tiene dificultades para atender a todos los sectores de esta población. Recientemente, el padre Beto Rojas CSB, y la comunidad basiliano local recibieron el encargo de atender rectorías, o capillas, en la Ciudad de México que habían sido descuidadas por falta de fondos y de clero disponible. El horario de misas era irregular y no había oficinas ni instalaciones sanitarias.

Cuando los vecinos vieron que los basilianos se comprometían a servir a las rectorías y a sus comunidades, se ofrecieron inmediatamente a ayudar en la limpieza y restauración.

Los esfuerzos de reconstrucción fueron tanto físicos como espirituales. El padre Rojas tiene mucha experiencia motivando a los feligreses y suscitando su cooperación y participación. Fue párroco de la Parroquia de San Lorenzo en Tehuacán, Puebla, durante varios años y sabe que los feligreses deben participar en la toma de decisiones.

Cuando se estaban restaurando las capillas, organizó una serie de reuniones con las familias locales para debatir los problemas a los que se enfrentaba la comunidad. El padre Rojas cuenta con la ayuda del padre José Alberto Juárez Sandoval, CSB, y de escolásticos basilianos: Alejandro García Cárdenas, CSB, César Enrique Hernández Aguilar, CSB, Juan José Ortiz Torres, CSB, José de Jesús Rodríguez Pérez, CSB, Lauro Sánchez Sánchez, CSB, y Juan Ángel Vivas García, CSB.

Como educadores, para los Basilianos era esencial que los ministerios incluyeran actividades de divulgación para niños y jóvenes. Los programas infantiles ofrecen actividades divertidas que proclaman el mensaje del Evangelio, y los niños están deseando volver.

Durante la Semana Santa, la comunidad parroquial lleva las celebraciones del Viernes Santo a las calles que rodean las rectorías. La gente del vecindario participa en los festejos, y esta iniciativa atrae a las capillas a personas que no son fieles habituales.